Viajar para vivir … Rockear para gozar. (Crónica por Charly Esperanza)*.
Fueron 997 kilómetros desde Posadas, Misiones, hasta la cancha de Vélez en el barrio de Liniers, Buenos Aires. Un micro de larga distancia, Retiro, tren ramal Mitre línea C, colectivo urbano 21, avenidas y cruces desconocidos. Pero más largo pareció la espera en la prolongada fila que se formó aguardando la apertura del único ingreso para el sector de campo.
Cerca de las 5 de la tarde la muchedumbre bordeaba todo el frente principal del estadio hasta llegar debajo de un puente ya alejado de los alrededores deportivos del complejo. Desde lejos no se ve dice una canción de Los Piojos, ni tampoco se escuchaba. Días después me enteré que Coya, la banda soporte local, tocó mientras la fila no se movía ni un sólo paso.
Caras desencajadas entre el apuro y la felicidad latente. Miles de latitas y botellas de cerveza rebosando los tachos de basura en las calles. Gente del barrio caminando y observando a la multitud sedienta de rock, que para ese momento era la única sed que faltaba apagar.
Poco antes de las 19:30 el frente y los costados del escenario se completaban con un público inquieto hasta la mitad del campo. Pero mucha gente quedaba afuera a minutos de comenzar la presentación de Queens Of The Stone Age. Los reclamos a la productora All Acess y las lamentaciones se hicieron sentir los días posteriores en las redes sociales por los que no pudieron ingresar a tiempo o directamente se perdieron todo el show de los oriundos del desierto californiano.
Los sectores de platea alta se venían casi completos desde abajo. Un ingreso puntual de Queens Of The Stone Age sacudió aún sin caer la noche. Los músicos caminaron hacia los instrumentos con la pulcritud adquirida y la presencia escénica convertidas en sus juguetes preferidos.
Sin pausas Josh Homme se calzó la guitarra al hombro y con el temblor de My God Is The Sun arrancó el repetir de cachetadas rockeras de la banda hacia el público, demostrando los motivos que los convierten en el duro rostro que le da identidad al actual camino del rock and roll.
En el sector de campo y en las plateas, al menos los que pudieron entrar hasta ese momento, se entregaron con exhaltación al goce de la música. Queens Of The Stone Age se autodefine con la banda sonora del acto sexual y eso se percibe en el aire hasta en un estadio abierto siendo la apertura previa al número principal en la grilla.
Con el correr de Burn The Witch, In My Head, Little Sister, Smooth Sailing, Make It Wit Chu y If I Had A Tail, los matices que hacen congeniar al deseo del baile con la locura del pogo se hicieron presentes. Del último disco, Villains, presentaron Feet Don’t Fail Me, The Way You Used To Do, Domesticated Animals y el hipnótico The Devils Has Landed.
Desapegados a los ampulosos gestos sobradores para arengar el feedback con el público, los QOTSA se dedicaron a lo que mejor les sale y lo que fuímos a presenciar, canciones tras canciones sin demasiados intervalos. Solamente intervenciones breves del querido Colorado para agradecer, brindar con un vaso en la mano y expresar en una simple frase que “en la vida no podemos controlar nada, salvo elegir dejar las cosas ir”.
La lista de temas, 16 canciones en casi una hora y media, se fue cerrando con el vértigo sonoro de Sick Sick Sick, You Think I Ain’t Worth a Dollar, But I Feel Like a Millionaire, y el clásico radial Go With The Flow.
La última canción A Song For The Dead, típico cierre de QOTSA, dejó palpitando en el aire como pinturas hechas en un ataque de arrebato todo lo que puede crear la banda en algo así como cinco minutos. Es el tiempo que les basta y sobra para mover al mundo. Mi mundo. Tu mundo.
Nuevamente con precisa puntualidad, algo que no tuvo la productora para abrir el ingreso de las puertas, la esperada estrella de la noche aterrizó sobre una inmensa marea de almas en ebullición. Dave Grohl y su familia de ruta en tantos años, Pat Smear, Nate Mendel, Taylor Hawkins, Chris Shiflett, y Rami Jeffe, arrancaron su show con el implacable Run. Los equipos técnicos parecían derrumbarse ante tanto poderío eléctrico dentro del imponente escenario.
Los nuevos clásicos del rock creados por los ganadores de cinco premios Grammy, All My Life, Learn To Fly, My Hero, These Days, y Walk, sonaron tan intensos sobre el escenario como debajo del mismo multiplicado por cada voz desgarrada en felices cantos.
El setlist estuvo conformado por una veintena de canciones en casi tres horas de duración, así los Foo Fighters demostraron que con el paso de los años la incansable práctica los volvió expertos en estirar fragmentos de sus composiciones para el descanso del “mientras tanto” y dejar flotando la idea de un extenso show.
El público incontenible luego de tanta manija también hizo lo suyo para calmar su propia necesidad de convertirse en el centro del show. “Olé olé olá cada día te quiero más oooo los Foo Fighters es un sentimiento no puedo parar” sonaba conmovedor por la entrega de miles de voces para que un extrañado y feliz Dave Grohl reconozca que no entendía lo que escuchaba. “¿Vinieron a cantar sus propias canciones?” preguntó sin poder contener la risa. Incluso inició los cantitos masivos de “AR-GEN-TI-NA AR-GEN-TI-NA” cuando el público amagaba con calmarse un toque y también improvisó unas melodías con su guitarra para cantar repetidamente que los argentinos somos unos “fuckin” locos.
Cuando se decidían a tocar sus canciones la solidez de un sonido compacto creado dentro de una química única estremeció como en sus anteriores visitas al país.
Elevado punto del show con el momento del blues psicodélico The Sky Is a Neighbourhood acompañado por ajustadas voces femeninas desde el coro.
Breakout fue dedicado por Dave a los seguidores más antiguos de la banda que también en otro momento desbordaron de sonrisas con la pegadiza Big Me.
La festejada presentación para cada integrante de la banda se realizó entre pequeños fragmentos de Alice Cooper, Queen, y los Ramones. “Ya me habían contado que en Argentina aman a Ramones”, dijo Grohl ante la intensa respuesta del público.
Como en algún sketch de Capusotto, el baterista Taylor jugó a pronunciar monosílabos en el micrófono para que el público se enganche en repetirse uno a otro el ida y vuelta tribunero durante largos minutos.
Luego del “descanso” aparecieron Monkey Wrench, Times Like These, Generator, y Best Of You para recordarnos por qué amamos a la banda.
Dirty Water el último recorrido por el albúm más reciente, Concrete And Gold, fue el primero de los bises, antes de This Is a Call y Everlong. “No me gusta decir adiós pero se que no tengo que decirlo porque vamos a volver”, aseguró el carismático Dave durante el prolongado intercambio de aplausos entre la banda y los seguidores en el cierre definitivo para una noche memorable.
Crónica de marzo del 2018.