Por Charly Esperanza.*
(Misiones). Facundo Tejeda Cajas desarrolla su laberíntico arte visual en Posadas desde el año 2009, reconocido en los caminos culturales de la tierra colorada con la firma artística de Fado. Nació en Quito, Ecuador, y llegó a Posadas en el año 1998 con el deseo de estudiar en la carrera universitaria de genética dentro de la Facultad de Exactas. Se recibió de licenciado en genética y una vez liberado del profundo mar de apuntes académicos, se dejó llevar por la fresca intensidad de las olas de las expresiones artísticas visuales. “Venía dibujando y guardando todo en una caja. Tenía como un catálogo y lo mostraba a quien yo quería. En el 2009 empecé a hacer stickers. Me acuerdo que le mostré una vez a Flai (Andrés Gehrmann) y me ofreció para exponer en la casa de Nolup (casa alquilada por artistas visuales y músicos locales que compartieron espacio en el barrio Villa Sarita, durante unos años de sueños comunitarios). Esa fue mi primera exposición, partiendo desde los stickers a los que le conjugué un poco más de dibujos. Fue el puntapié para comenzar a hacer más públicas mis obras. Por el deseo de buscar que circulen. Porque si la obra no dialoga con nadie no se completa. Hacer dibujos sólo para guardármelos es hasta masturbatorio”, señala Fado.
En permanente experimentación de las herramientas, los recursos y el aprendizaje mediante pruebas y voluntad de insistencia, Fado trabaja con tintas, aerosoles, acrílicos, látex, y sintéticos, sobre diversos soportes, usando técnicas de dibujo, pinturas, murales, stickers, intervenciones, personalización y creación de objetos, edición y manipulación digital, para desplegar sus obras en salas de exposiciones, el arte urbano, y pinturas en vivo. Es un artista visual nadando en la libre diversidad que le permite trabajar sobre lo analógico tanto como en lo digital, con ilustraciones que son observadas en salas de centros culturales y que le permiten también vestir libros, discos, humanos, recitales, calles y paredes. “En la calle también comencé con los stickers. Eran diálogos muy minimalistas, como pequeños detalles que iban en la calle y de a poco fui derivando a los aerosoles. Fue como abrirme a usar la calle y eso me llevo a utilizar una herramienta que me permita usar ese lenguaje de la calle. En la calle se juega mucho el tema de la atención. No podes construir una obra de la misma manera si va a circular en la calle que si va a circular en otro lado cerrado. La conceptualización me moviliza de igual manera pero me obliga a tomar estrategias diferentes. En la calle estás compitiendo con un montón de otra información y con propagandas, por ejemplo. Entonces son otras estrategias que tengo que tomar. Fui derivando a eso, los stickers me llevaron a hacer cada vez más grandes las escalas. Con los aerosoles empecé de cero. Experimento mucho con materiales. Me gusta ver técnicas nuevas. Con los aerosoles fue el atreverse, eso es algo que me sirvió también para la vida. Es animarte a usar la herramienta. Después la cuestión más técnica, más puntilloza del detalle, se va adquiriendo. La cuestión es ponerse a hacer. La clave está en el hacer sino nunca sale nada”, opina el artista.
En diferentes avenidas y calles de Posadas lucen las obras de Fado sobre las paredes, y consiguen distraer por su rico poder visual a los caminantes de cada día. Con respecto a las bondades del arte callejero Fado argumenta que “es más oportunista. Voy pasando y si encuentro al dueño de una pared le pregunto si puedo pintar. Para trabajar en la calle dependo de tener materiales. Cuando tengo materiales voy y busco un muro pero no es algo sistemático. Juego mucho con el tema de la atención. Adonde llevo esa atención porque busco algún modo de cierta narrativa en el diálogo. En la calle exagero más ciertos aspectos, exploto con el color, por ejemplo, eso en obras que hago en mi casa no exploto tanto. Exploro otra cosa y es por una cuestión estratégica. En la calle necesito explotar en color porque busco competir con otra información muy dispersa. En cambio en obras que hago en mi casa, pensadas para un lugar expositivo, es distinto porque ahí no estoy compitiendo con toda esa otra información externa que es la misma ciudad. Ya se que la atención va a estar centrada solo en ese espacio y en como juego entonces lo narrativo dentro de ese espacio. Intento estar siempre dibujando, pintando, no necesariamente en las paredes de las calles, pero sí produciendo constantemente”.
La mayoría de sus obras cargan con un fuerte mensaje que sacude a las cabezas que centran la mirada sobre el arte en vida. “Para hacer mis obras me planteo como un eje de colonial, una posición de colonial. Esta posición lo que plantea es que ya no estamos físicamente colonizados pero sí seguimos culturalmente colonizados. Lo que hay que combatir es esa colonización cultural. Lo que busco con mis obras es eso. La colonización cultural fue sumamente eficiente, está metida en nuestra cotidianeidad en cuestiones muy chiquitas. Busco apuntarle a esas incoherencias de la religión cristiana, y me enfoco en la religión cristiana porque es la que trajeron los españoles y es la que nos impusieron. Me interesa la iconografía porque es mucho de lo que se derivó de este mestizaje que tenemos ahora en América latina. Viene de estas escuelas de artes más clásicas y ligadas a lo religioso. La colonización se metió por ese lado también. Para mí es como un campo de batalla interesante en el cual puedo plantear una opinión distinta. Me interesan los íconos religiosos por sí mismos, me parece que son más interesantes que el uso social que se les quiere dar, y como imágenes se puede jugar con ellas. Es buscar la generación de nuevos conceptos y contenidos a partir de imágenes que ya tienen todo un símbolo y una significación súper rica”, explica. Así, algunas imágenes creadas por Fado entremezclan el explícito sexo humano con fanáticas representaciones de la iglesia de Cristo o las desatadas violencias de las fuerzas del poder policial.
En un punto neurálgico de mestizajes, colonias, inmigraciones, y guerras históricas, como Misiones, las libertades artísticas suelen analizarse con dureza conservadora. Por motivos propios de la ignorancia elitista, Fado sufrió la censura directa por una obra realizada en la Facultad de Artes de Oberá. Sobre eso, el artista recuerda “En el 2011 me invitaron los organizadores de un evento que se llama Cruza Calle, en Oberá, para usar los muros de la facultad. Usé de base una hoja de biblia ampliada, y sobre esa base pinté un Curupí (legendario ser de la mitología guaraní que posee un largo miembro sexual). Al mes, un grupo de jóvenes cristianos presentaron una nota pidiendo que se tape. Eso no se llegó a tratar en el Decanato de la Facultad pero la taparon igual. Fue un caso de censura. En esa obra en particular buscaba un cambio en las relaciones de poder que se establecieron en los años de la colonia. Usando una figura de orígen guaraní, el Curupí, a la cual le cambiaron mucho la narrativa, lo que quería es dar un giro en esa relación de poder, porque cuando llega la religión cristiana con los colonizadores españoles lo que hace es anular todas estas creencias populares o transformarlas en mitos populares. El tema de que sean mito ya deja una noción de que son simples historias, o cuentos bonitos. Tratan de polarizar y establecer esa diferencia ¿Y por qué no puede ser así con lo que dice la biblia? O sea que sean solo cuentos bonitos. Yo puedo usar la hoja de biblia como un material, como un soporte, para plasmar cuestiones que tienen que ver más con lo originario y con lo regional. Me gusta jugar con ese límite. Me interesan los mitos por lo narrativo y porque durante la colonización fue a lo primero que se atacó, las creencias”.
Con casi dos décadas de residencia en Posadas, Fado demuestra en sus obras un intenso sentido de pertenencia rescatando y destacando a los mitos populares de Misiones, y su sentido social. “Sobre los mitos investigo mucho, leo mucho porque me interesa, y también pregunto a las personas si han tenido alguna vivencia. Me interesa como va cambiando la narrativa. Alguno te dice “tiene las patas así, los ojos así”, y viene otro y te dice “no, la posta es todo lo contrario”. Voy tomando de distintos lados, eso se intercambia con las figuras. Le apunto a la búsqueda de saber de donde viene eso que se va contando. También tengo una línea de obras que la inserto dentro de la vía guaraní pero son todo un universo inventado de dioses, diosas, personajes así. Me gusta ese límite entre lo verdadero y el mito, lo que se cuenta. Esa dinámica que se da tipo teléfono descompuesto. Me parece riquísimo y que tiene mucho potencial para jugar con eso”, cuenta Fado.
“Dibujo desde chiquitito. Lo que tuve a favor es que nunca se cortó el estímulo para dibujar. En mi casa siempre había dibujos, marcadores, hojas, o lápices. Siempre había algo para que podamos dibujar. Todos dibujamos desde chiquitos. Yo creo que hay una cuestión de que no hay un estímulo después a que sigas dibujando. No se ve como algo necesario y en realidad dibujar te ayuda un montón en muchísimas cosas”, señala Fado, agregando que “de chico dibujaba muchos superhéroes, robots, y cosas así. En un momento me interesaron mucho los monstruos. Creo que fuí derivando de eso. Tengo una búsqueda porque me gusta el trazo simple, pero a su vez complejizar esos trazos simples. Tiendo a una simplificación de las formas pero con una cuestión de buscar texturas y llenar de información la obra. Siempre desde los trazos simples. Me gusta manejar esas dos variables y generar texturas y recorridos visuales. La idea con mi obra es que puedas enfocarte en un sólo lugar y que a su vez en ese enfoque encontrás muchísima información que te suma. También, me gusta hacer como pequeños guiños que solamente vas a encontrar si te pones a observar en detalle las partes. La idea es generar una información que puedas tomar de entrada pero después que te pongas a dialogar constantemente con la obra para encontrar el resto de información”.
Caminando entre la gente su presencia resalta por su físico robusto, Fado habla con intensidad en sus imágenes, al mismo tiempo que el analítico temple tranquilo de su voz delata al artista completamente presente con su tiempo de lucidez creativa. Su mirada refleja honestidad brutal como si fuera uno más de sus personajes dibujados. “Los ojos grandes de mis personajes se deben a que casi todos son nocturnos, y por otro lado es como una cuestión estratégica también de algún modo. Busco increpar a la persona, busco que lo mires al personaje de la obra. Unos ojos grandes llaman a que los mires. Busco que esa sea la entrada. Cuando me planteo obras uno se plantea variables que mantenes fijas o reglas que te estableces en tu juego. Una de mis reglas son los ojos. Es como una puerta de entrada para el diálogo que quiero establecer con el resto de elementos que hay en la obra”, reconoce Fado sobre el motivo de los ojos enormes que caracterizan a sus dibujos como una especie de marca registrada.
Sobre la situación actual, así como también añeja, del recibimiento popular de Posadas con el arte realizado en la tierra colorada, Fado opina que “en Posadas hay poco consumo de lo cultural, hay poca valoración de la cultura local como un consumo. No es algo cotidiano que alguien se plantee gastar dinero en cultura o obras de arte. Veo sí que hay un montón de gente que se mueve para que exista una movida cultural, pero con poca valoración. A mí me cuesta vender obras, y cuando las vendo es a un precio irrisorio que no es ni la mitad de lo que debería costar en realidad. A mí me encanta producir desde el lugar donde vivo, pero me choco con que no me es redituable. Es estar produciendo constantemente con materiales que son caros, y tengo que esperar un montón para recuperar esa plata. O si vendo es a alguien de afuera. Sí veo reconocimientos hacia mis obras, la gente va a ver las exposiciones, hay discusión, logro un diálogo, pero es todo un trabajo que lleva tiempo y debería ser igual de redituables que otros servicios”.
El año pasado Fado llevó la exposición de su obra conceptual “La Liga de la Misericordia” hasta la Casa de la Cultura de su ciudad natal, Quito, en Ecuador. Fue la primera vez que sus obras ilustraron una sala de Quito. En Misiones pueden encontrarse sus pinturas, dibujos, y stickers, brillando en las calles de Posadas, Oberá, San Pedro, Puerto Rico, Capioví, e Iguazú. También, ha trabajado su arte en la ciudad de Buenos Aires. Su firma va quedando plasmada en las paredes, como también deleita el poder observar su magia estallando en el momento cuando forma parte de diferentes eventos.
Uno de los últimos trabajos que lo mantiene ocupado se relaciona con el último libro, “Urú”, publicado por el periodista y escritor posadeño Sergio Álvez. En ediciones especiales Fado realiza intervenciones únicas como arte de tapa del libro que circula en librerías, ferias y eventos. “El objetivo es hacer 47 tapas originales, cada una tiene un diseño único, la idea es completar los 47 cuentos que contiene Urú para luego hacer una edición especial”, adelanta Fado.
Dentro del volcán que estalló en los últimos años en Posadas por la cantidad de artistas gráficos que van liberando su fuego al expresar su arte en las calles y en salas de exposición, se destaca el costado pigmentado del tatuaje. De la moda curiosa de décadas del siglo pasado, ahora convertida en verdaderas obras de arte sobre la piel por las distintas capacidades de los tatuadores, Posadas vió un incremento enorme de las manos que manejan a la perfección las máquinas tatuadoras. Sobre el trabajo de los tatuajes Fado comenta “el tatuaje me interesa, pero en principio no he tenido la plata como para ir por ese lado, y por otro quiero experimentar algo más con ese tema del tatuaje. Estoy como en esa búsqueda todavía. No se si llegaré en algún momento a tatuar porque se me ocurren siempre cosas para hacer. He hecho diseños de tatuajes para algunas personas. Muchas de mis obras se nutre de la cultura del tatuaje porque es algo que yo mismo consumo y me he hago también”.
Para encontrar obras de Fado en internet: http://fumandoangeles.blogspot.com.ar/
*Publicado en Misiones Opina (noviembre de 2017).